Eduardo Alberto Melano
Una biblioteca llena de libros, ciencia, ingeniería, medicina, novelas, poesía, pintura, leyes y más leyes, infinitas leyes, sin orden, pero están todos, ¿todos? Una mujer y hombre entran caminando juntos, (suave música) casi a oscuras, hacia la biblioteca resaltada por intensa iluminación, con rostro de incertidumbre, de búsqueda, se separan. La mujer a la derecha de la biblioteca el hombre a la izquierda. Sacan libros sin orden, leen sus títulos los arrojan al piso, buscan mientras parece sonar en sus oídos una música de suspenso. Se miran, se dan vuelta dirigiéndose a un público existente solo en su imaginación, con rostro lleno de dudas, como queriendo consultar preguntando ¿Dónde esta? Retornan a la biblioteca, siguen buscando, leen los títulos, dudan, se miran Siguen buscando, arrojando libros al piso, aturdidos por la duda y una intensa música de percusión que sacude sus oidos. Se miran, gesticulan, vuelven al público, a ese público inexistente del que tratan de lograr una respuesta. Gestos de preguntas, se miran uno al otro, parecen increparse. Giran como dudando, siguen leyendo títulos y arrojando al piso Se miran, entre ellos ademanes de reproche, sigue resonando en sus oídos música la música de percusión, los molesta, los aturde los desespera. Ademanes hacia quien no existe tratando, con dudas, de explicar lo que buscan Siguen leyendo títulos y tirando No queda ningún libro en su lugar, una música que simboliza angustia y desesperación, luces que tratan de disimular la figura de la biblioteca. Desde arriba una voz grave, pausada y profética Allí no encontraran lo que buscan, deben transitar, recorrer experimentar, lo escribirán ustedes. Caminan saliendo, una luz les marca el camino, camino largo y sinuoso, mientras se suena en su mente una música de aventuras.
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