Letra de Manco

Letra de Manco

Bar Italia

Juan Berra

 

I

Bianca entró al Bar Italia aturdida. Encontró a Luis entre las mesas. Estaba esposado, con la mirada fija sobre el piso. Lo rodeaban tres oficiales de la Guardia de Finanza.

-Luis, ¿qué pasa?.

-Señora no puede hablar con el detenido.

Lo sacaron y se lo llevaron en un móvil policial. Todo era inesperado, irreal.

Bianca temblaba. Gabriele, el encargado, la abrazó.

Luis había llegado pasadas las seis de la tarde. Pidió café, y cuando abría su cuaderno para escribir, lo abordaron los agentes. Sin violencia. Vestían de paisanos. Le anunciaron, sin más detalles, que lo trasladarían a la estación de policía.

II

Bianca Lombardo y Luis Contreras se conocían desde hacia poco más de tres meses. Trabajaban en el edificio de oficinas de la Vía Roma 112, en Augusta.

Ella era administrativa en Isola Inmobiliare, desde el 2001, cuando llegó desde Argentina. Nieta de un inmigrante siciliano que huyó de la miseria después de la primera guerra mundial, hizo el camino inverso.

Luis se había mudado al pequeño municipio de Siracusa un año después de la muerte de su madre. Vivió siempre en la casona familiar del barrio Rogelio Martínez, en Córdoba, la de la Nueva Andalucía. En ese tiempo sobrevivía con los ingresos de una receptoría de avisos clasificados que tomaba para un diario local. Las deudas lo tapaban.

Por las noches se refugiaba en L´Express, uno de los pocos café que permanecían abiertos las 24 horas. Se lo veía siempre concentrado, escribiendo en cuadernos de tapas duras. Habitaba un mundo extraño.

Allí conoció a Jorge Valls. Un tipo querible, y también indescifrable. Compartían largas charlas sobre literatura y cine. Para Luis, era lo más cercano a un amigo. Una madrugada se animó a contarle su sueño.

-Siento que necesito viajar, tocar el mundo. Encontrarme con la poesía.

Valls le respondió en tono casi paternal:

– No te hace falta ir a ningún lado para eso. La poesía vive  aquí, a nuestro lado, todas las noches.

Sin embargo fue Valls quien le propuso mudarse a Europa y le ofreció empleo.  Había iniciado un negocio de exportación de cereales y necesitaba alguien de confianza en la oficina de Augusta.

-Se viene el boom mundial en los precios de los comodities agrícolas. Hay que animarse. En cinco años vas a escribir en el lugar del planeta que mejor te inspire, le dijo.

Luis se instaló en el despacho más barato en la Vía Roma. Era oficina y alojamiento. Cobraba 600 euros mensuales para responder correos siguiendo indicaciones y llevar papelería a la administración del Puerto y Comercio Exterior.

III

Cruzaron sus vidas cuando Bianca reconoció su acento una mañana del mes de marzo. Lo escucho preguntándole al portero sobre cuestiones domésticas en un cocoliche muy argentino, y se acercó para ayudarlo. Después de algunas charlas casuales fue ella quien le propuso compartir una cerveza.

-A pocas cuadras. En el Bar Italia, le dijo.

IV

Luis sintió que ése era su lugar. Cada noche en la misma mesa escribía hasta cualquier hora, repitiendo su ritual de Argentina. Bianca  lo acompañaba a veces. Hablaban de sus vidas. Ninguno creía habitar un mundo feliz ni sabían bien qué hacer con todas las horas del día.

En esos diálogos él se las arreglaba para volver siempre a la literatura.

– La poesía me anima a arriesgar, a saltar al vacío. Mi búsqueda son Artaud, Oliverio Recúpero, Ugo Tarchetti.

– No jodas, esos tipos se pasaban el día colocados o borrachos, respondía Bianca. Deseaba un diálogo más terrenal.

Empezaron a sentirse menos solos.

Hasta la noche que a Luis se lo llevaron preso, dejando a todos pasmados, y a Bianca atragantada de tristeza.

V

Bianca habló con el abogado defensor asignado por el Estado. Adriano Russo le explicó que la acusación no era clara. La exportadora para la que trabajaba Luis había vendido cinco mil quintales de soja a la Societá Agrícola Il Conte SRL, una fábrica de aceites comestibles de Catania. Pero en el tercer embarque, cuando abrieron la escotilla del buque, en lugar de soja se encontraron con arena.

– ¡Arena! ¡Una venganza del selvaggio!, exclamó Russo, apasionado.

– ¿Qué tiene que ver Contreras?, preguntó Bianca. Él sólo recibía la carga.

– Tiene poco que ver, pero figura como apoderado, explicó el abogado. El embarque de arena fue el tercer envío de la cerealera argentina, los dos anteriores habían sido impecables. El dueño, un tal Valls, organizó cuidadosamente la maniobra, y ahora se fugó a Brasil. Es imposible traerlo. El tipo compró una posada en Japaratinga, frente a un arrecife de corales, en Alagoas. Organiza congresos de cine y partidas de póker.

– ¡Que hijo de puta!, exclamó Bianca.

-Un simpático estafador –contradijo el abogado-.

Le contó que Valls le envió una carta a Contreras.

– Es privada – dijo-, pero igual le leo este párrafo: ”Tranquilo Luisito para Navidad estas en la calle. Te van a acusar de contrabando. Es lo único que tienen. ¿Contrabando de qué? ¿De arena?. Pronto te vas a dedicar solo a la poesía, sin necesidad de trabajar”.

-Creo que tiene razón,  dijo el abogado.

VI

Bianca salió de ese despacho sabiendo que no abandonaría a Luis.

Una semana después lo visitó en la prisión de Ucciardone. Estaba tranquilo.

-Aquí festejan lo del embarque de arena. Quieren conocer a Jorge, que les cuente sobre él. Yo estoy bien. Solo necesito cuadernos y lapiceras. dijo.

Bianca lo escuchó con ternura, y decidió por los dos sin consultar.

-Luis quiero que me des todo lo que tengas escrito. Voy a presentar tus poemas en el Bar Italia. Estoy segura que Gabriele me va a ayudar.

Luis, que esperaba tener que dar más explicaciones que agradecimientos, dudó:

-No sé si mi poesía tiene el vuelo para ser leída en un recital, respondió.

Bianca, en un raptus en el que ella misma no se reconoció, lo dejó claro y en argentino:

-Escucha pelotudo, me llevo hoy mismos esos cuadernos y los voy a leer en el Bar, para turistas, borrachos, o desesperados como nosotros. Tengan vuelo o no. Hasta que no salgas de este agujero esos poemas van a ser tu grito. Alguna vez en esta puta vida hay que sacar las tripas afuera en serio. Estoy segura que  literatura no es el mundo real, pero eso que hace treinta años vomitas en un papel todos las noches, sí es real. Y es lo único que tenés.

Bianca volvió todas las semanas a Ucciardone, Acompañaba un rato a Luis. Corregían los poemas y, cada miércoles, durante un tiempo, en el Bar Italia, de la vía Soccorso, se presentó el ciclo de poesía “sabbie della libertá”.

letrademanco@gmail.com